Cristina Fernandez, en su acto de proclamación con Cobos en el Luna, centró su discurso en la concertación. En notas anteriores hicimos énfasis que ese será, implícitamente, el tema de campaña y una oportunidad para nosotros afrontar ese desafío por nuestros antecedentes y por el carácter de la propuesta de concertación del ARI y del Gobierno.
Estos son meros artilugios electorales sin estrategia ni objetivos de concertación. El de la Coalición Cívica un modo de eludir las eventuales resistencias internas en el ARI a las aventuras de centroderecha de Carrió (Prat Gay, Anchorena, Patricia Bullrich) y otras como la convergencia con Stolbizer. Desde esta singularidad política concertación es un modo de hacer lo que la esencia doctrinaria de un Partido no lo permite.
El caso del Gobierno es otro. Se trata de instrumento de cooptación en el péndulo argentino de fraccionamiento y hegemonismo y funcional a este ultimo. Ya dijimos que es antidemocrático por que se asienta en poderes territoriales que hacen de los acuerdos eventuales un sistema similar a los Pactos Preexistentes de la Constitución Nacional de 1853 y en donde las minorías de los territorios no tienen representatividad. Los Partidos son los que garantizan la representación plural por que los que conciertan, por esencia, son diferentes. No conciertan los iguales.
La UCR tiene antecedentes suficientes y el mas sistematizado que tuvo el País es el de Parque Norte de 1985. Dos observaciones al respecto. En las notas 1 y 3 y particularmente esta ultima damos cuenta de los mecanismos y objetivos para una concertación que evite la fragmentación frente a las necesidades de la modernidad y la deslealtad democrática. La segunda es que Roberto Lavagna forma parte del Gobierno de Alfonsín 20 días después de su formulación por el Presidenta ante el Comité Nacional de la UCR en Parque Norte. Y que a la coalición UNA debe asumirse como la primera concertación entre las dos primeras fuerzas argentinas. Obvia comentar el nivel de dignidad distinto respecto a la alternativa gubernamental y que, como en el caso del Grupo Stolbizer con Coalición Cívica, no tienen objetivos ni métodos.
En la base de la concertación están los Partidos Políticos. La nota de Gianfranco Pasquino se refiere a sus atributos y debilidades. Para Argentina, y en este ultimo caso, aporta como dato determinante la Dictadura. En realidad ha tenido mas efectos para ese debilitamiento la crisis del 2001-2 que ha jaqueado el sistema político argentino.
En esta elección estamos viviendo la ultima parte de la honda de las crisis partidarias y, por coincidir con elecciones y con ello sensibilizarse ante las ambiciones personales, la probablemente más dura.
El primero en atravesar el río embravecido es el radicalismo y resulta paradójico que temas que son esenciales a recomposición (convenciones, intervenciones, etc.) son presentados como signo de descomposición. No se trata de un argumento de lo indefendible si la incitación a compararlo con la institucionalidad de otros partidos para evitar lo que estos instrumentos permiten que es la salvaguardia de las esencias partidarias, el contrabando y el impacto de la decadencia moral de las clases medias en la política. Cuando el radicalismo salga de su crisis, los otros estarán ingresando al rio embravecido y todos tienen el desafió de cruzarlo. No todos pasaran e, inclusive, esta el peligro de que se los trague a todos en cuyo caso sufrirá la democracia.
El intento radical es significativo. Quizás el que más esté en la mirada mediática respecto a sus crisis internas pero estas surgen del modo de elegir, de definir sus propuestas, de aliarse, etc. Los otros no por que no se atrevieron aun a democratizarse para darse sus candidatos y programas. El radicalismo bonaerense, por ejemplo, está en las vísperas de, por su Congreso del 25, reemplazar a su Convención, para darse su programa, con una asamblea de bases ante el jaqueo al que el Partido fue sometido por Stolbizer. Es el único caso conocido en que su Programa surge de una deliberación. Los signos de debilidades son expresiones del intento de avanzar en una dirección del sistema de partidos. El Gobierno no solo desatiende esta necesidad sino que la desalienta mediante la captación y, aun, la anexión. El caso de la Provincia de Buenos Aires es el más patético de los ejemplos. Ni radicales ni peronistas eligen su formula sino que viene directamente de la Casa Rosada con candidatos manipulados conforme las necesidades electorales nacionales. La Coalición Cívica, es la expresión mas acabada del cooperativismo electoral en donde supuestos radicales progresistas deberán compartir cartelera con la oferta de la nueva derecha argentina.
La nota de mas abajo a Gianfranco Pasquino es una buena propuesta para adentrarse en la cuestión. Rc 16-08-07
Lunes 6.09.2004
DEBATE Sobrio elogio de los partidos
No hay región en el mundo en la que los ciudadanos estén satisfechos por sus partidos políticos. Pero, a pesar de tanta crisis de representación y de capacidad de decisión, son el único reaseguro de la democracia. Gianfranco Pasquino. POLITOLOGO, UNIVERSIDAD DE BOLOGNA
Aun pudiendo afirmar que los partidos funcionan mal, ahora sabemos que siempre son el mal menor. Todas las alternativas: gobierno de militares, gobierno de tecnócratas (que nunca se vio, salvo cuando los tecnócratas dictan las políticas económicas), regímenes populistas, fundamentalismos religiosos o autoritarismos triviales son indudablemente peores.
Aun pudiendo afirmar que los partidos funcionan mal, ahora sabemos que siempre son el mal menor. Todas las alternativas: gobierno de militares, gobierno de tecnócratas (que nunca se vio, salvo cuando los tecnócratas dictan las políticas económicas), regímenes populistas, fundamentalismos religiosos o autoritarismos triviales son indudablemente peores.
Los partidos son las organizaciones que se critica, o bien porque son, como los dos partidos de Estados Unidos, débiles y por ende, se dice, no hacen participar suficientemente a los ciudadanos estadounidenses y están demasiado expuestos a los poderosos grupos de intereses y a su dinero, o porque son demasiado fuertes, como los partidos ingleses y alemanes (y, en una época, la democracia cristiana y el Partido Comunista italianos) y controlan la sociedad y obstaculizan el camino a los movimientos.
Por otro lado, observando lo que pasa cuando los partidos se derrumban, aunque sea merecidamente, por no haber sabido renovarse —como los dos "grandes" partidos venezolanos, COPEI y AD— nos damos cuenta de que la alternativa populista de Chávez no es necesariamente mejor. Al contrario, es casi seguramente peor que los viejos, aunque ya insostenibles, partidos.
El problema es que no es fácil "construir" de cero partidos políticos democráticos y representativos. En Europa centrooriental los viejos partidos comunistas lograron transformarse en vehículos decentes de representación y de gobierno, pero en Rusia los partidos prácticamente no existen: son estructuras electorales personalistas, instrumentos para las ambiciones presidenciales de algunos personajes.
En América latina, sólo Chile y, en parte, Argentina han visto renacer, después de la dramática fase autoritaria, sus partidos, porque estaban arraigados en las experiencias de vida de los ciudadanos. En otros lugares surgieron partidos nuevos, pero no sólidos todavía.
En cuanto a Italia, desaparecidos la democracia cristiana y el Partido Comunista Italiano, sus sucesores directos son débiles y están todavía buscando una identidad. El otro problema es que reformar los partidos que ya existen resulta igualmente difícil.
De hecho, estos partidos tienen muchos recursos para impedir que los contendientes los reemplacen y para sobrevivir a sus crisis, que son de representación y de capacidad de decisión. Sería excesivo afirmar que los partidos contemporáneos ya no tienen ninguna base social y ningún arraigo.
Aunque, por cierto, son bases sociales más diferenciadas y el arraigo que tienen no resulta lo suficientemente profundo. No obstante, los partidos políticos no pueden ser sustituidos por movimientos, aunque podrían verse fortalecidos por algunos de ellos, porque es una obligación de los partidos proporcionar a los ciudadanos y a los electores una visión, no solamente a largo plazo, sino que abarque soluciones para dar a cada una de las temáticas que cada país debe afrontar.
Existen dos razones fundamentales por las cuales los partidos perduran y por las cuales no se podrá prescindir de ellos. La primera es que ofrecen al electorado la posibilidad de elegir entre políticas y entre personas que se han formado dentro de los partidos y en los cargos electivos.
La segunda es que los partidos ofrecen una visión "responsable" al electorado. Partidos y representantes partidarios quieren ganar y volver a ganar las elecciones, obtener cargos y, a menudo, formular políticas.
Entonces, sus dirigentes y sus candidatos electos tratarán de comprender las preferencias del electorado, de prometer no mucho más de lo que pueden cumplir, de llevar a cabo las políticas prometidas.
Por esa razón, dentro del partido y en los cargos electivos la mayoría de los dirigentes se comportarán en forma responsable o serán marginados por los otros dirigentes, ya que sus eventuales comportamientos irresponsables perjudican al partido y las perspectivas de éxito y de carrera de los demás dirigentes.
Los movimientos, que parecen más dinámicos, más modernos, más eficaces, más divertidos, son también, casi siempre, más irresponsables: duran poco, nacen y mueren, cambian de dirigentes y de políticas, no tienen mecanismos de representación colectiva de un conjunto de políticas.
Los movimientos no pueden estabilizar una democracia; no pueden llegar a cambiarla en forma perdurable. Los mejores de estos movimientos sirven para revitalizar la democracia, pero para que la revitalización perdure en el tiempo, deben ser los partidos los que son transformados por los movimientos para garantizar esa democracia.
En cambio, no sólo en América latina, los movimientos tienen a veces suficiente fuerza como para desafiar a los partidos, pero nunca la suficiente para imponerles una transformación profunda. Por lo tanto, los partidos continúan siendo inadecuados e insatisfactorios; los movimientos tienen altibajos; la democracia funciona poco y mal; y los ciudadanos se quejan, incluso con muy buenas razones, pero si no participan también dentro de los partidos, deben asumir su parte de responsabilidad por el mal funcionamiento de los partidos y de la democracia y, en modo particular, por la falta de impulsos poderosos en pro de la reforma.
De todas maneras, la democracia funciona un poquito mejor que las alternativas que hemos conocido y únicamente la democracia de los partidos sigue manteniendo abierto el camino a una transformación positiva.Copyright Clarín y Gianfranco Pasquino, 2004. Traducción de Cristina Sardoy.
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