Podría recordar a Nestor Kirchner como aquel que en la ESMA pidió disculpas a los familiares de las víctimas de la dictadura, y en nombre de la democracia, como "primero" en la defensa de los derechos humanos. Nos enojó por que es en la cuestión en la que nos sentimos campeones. O las alteraciones al INDEC. En definitiva al lado piscaresco y gris de su paso por la política grande. El que me dió bronca. Precisamente en las cosas en que somos difrerentes y en los cada uno nos sentimos campeones y yo sé que ellos saben que lo somos. Por eso impulsan un relato propio que neutralice la fuerza de los hechos reales favorables a nostros.
Entonces prefiero, y de tanta prevención ya marqué la diferencia, rendirle homenaje al adversario muerto asumiéndome en el camino común del pensamiento nacional. En otro Partido y con otros modos pero en línea con enfrentar a los factores que pusieron de rodilla a nuestra Patria en nombre de los "aires modernos" del neoliberalismo que en clave argentina no era sino el modo histórico de saquear nuestras riquezas y explotar a nuestro pueblo. O de ponerse lejos del imperialismo que con el Reagan, al que enfrentó Alfonsín, desvastó las opciones progresistas en Centroamérica y que en estos teimpos se manifiesta con ejercitos privados asesinando a mansalva a ciudadanos iraquíes. Siempre en nombre de la libertad y la democracia.
A la hora de su muerte, y trantando de imaginar mis cosas idénticas con el ex Presidente se me ocurre saludar a su política de derechos humanos y la de recuperación del rol de la política como factor clave de la economía. Ambas cosas abandonadas en la década del 90 con su silencio durante el cipayo gobierno menemista y el mío durante la nefasta experiencia de De la Rúa.
Y en este momento eso se expresa en adversarios sociales y enemigos políticos también comunes. No toco bocina como los oligarcas de la Sociedad Rural Argentina, no me invade la hipocrecía de la derecha que oculta sus diferencias al momento de simular sus lloros y sus flores y me abrazo con sus adherentes con el consuelo progresista que, no obstante su partida, lo mejor no ocurrió sino está por venir. Y será más rápido si a las tareas las hacemos juntos.
Entonces prefiero, y de tanta prevención ya marqué la diferencia, rendirle homenaje al adversario muerto asumiéndome en el camino común del pensamiento nacional. En otro Partido y con otros modos pero en línea con enfrentar a los factores que pusieron de rodilla a nuestra Patria en nombre de los "aires modernos" del neoliberalismo que en clave argentina no era sino el modo histórico de saquear nuestras riquezas y explotar a nuestro pueblo. O de ponerse lejos del imperialismo que con el Reagan, al que enfrentó Alfonsín, desvastó las opciones progresistas en Centroamérica y que en estos teimpos se manifiesta con ejercitos privados asesinando a mansalva a ciudadanos iraquíes. Siempre en nombre de la libertad y la democracia.
A la hora de su muerte, y trantando de imaginar mis cosas idénticas con el ex Presidente se me ocurre saludar a su política de derechos humanos y la de recuperación del rol de la política como factor clave de la economía. Ambas cosas abandonadas en la década del 90 con su silencio durante el cipayo gobierno menemista y el mío durante la nefasta experiencia de De la Rúa.
Y en este momento eso se expresa en adversarios sociales y enemigos políticos también comunes. No toco bocina como los oligarcas de la Sociedad Rural Argentina, no me invade la hipocrecía de la derecha que oculta sus diferencias al momento de simular sus lloros y sus flores y me abrazo con sus adherentes con el consuelo progresista que, no obstante su partida, lo mejor no ocurrió sino está por venir. Y será más rápido si a las tareas las hacemos juntos.
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