El Presidente Raúl Alfonsín. El Secretario de Energía Conrado Storani.
El Estado participa en la economía por la influencia, la mediación, la vigilancia, la regulación o su protagonismo. Depende de la ideología y, en cada identidad, en tanto se trata de una categoría histórica. Ésta es no idéntica en todo tiempo y lugar. Y muchas veces es una combinación de todas estas formas y el resultado es el que califica la adscripción política del caso.
Y no es lineal en tanto en su centro está la puja política. Derrotado el neoliberalismo y su expresión, el Consenso de Washingthon, (1) nuestro programa tendrá posibilidad real y no será un enunciado formal en la medida que reconozcamos la derrota cultural de los 90. Esta no ocurren de igual modo que otras pujas sino a partir de que en el liderazgo y las fuerzas propias el discurso del enemigo empieza a ser discurso de uno mismo y se crean dudas en la dirigencia. El impacto se produce en las convicciones y en el recurso humano. Estos últimos o son coptados, se van a sus casas o permanecen en una estrategia de fortines con la que el pensamiento progresista se convierte en conservador.
La Argentina de los 90 fue una de las mejores expresiones del auge del pensamiento neoconservador y relegó al Estado, luego de desprestigiarlo, a una mera tarea de vigilancia. La obra solo podía ser consumada por el peronismo y así ocurrió durante Menem. Esta concepción fue el centro de la batalla política durante el Gobierno de Alfonsín y, como corresponde, ocurrió en contexto de crisis internacional de estructuras y pensamiento. Y como nunca, con la disponibilidad de los medios de comunicaciones de parte de las oligarquías, le economía política vulgar sometió a la científica. (2)
El Presidente de la restauración democrática jamás dudó del papel importante del Estado y de la necesidad de vincularlo con las limitaciones del mercado en el sentido que no tiene horizonte temporal, social ni nacional . Tampoco de su carácter histórico, por lo que mucho debía ser abandonado de un modo que la cuestión no era Estado si o no sino donde. En la vanguardia era la repuesta. Y todo esto con empresas colapsadas por la administraciones anteriores peronista y militares. Y la premisa era, está en juego, también, el patrimonio nacional. Los eficientistas llevaron el país a su colapso y hoy tenemos menos gas y petróleo en nuestras reservas cuando entonces asumíamos a la energía como parte de la matriz de acumulación.
El desafío actual, luego del reconocimiento de la derrota y la cuestión de los recursos humanos, es redefinir un rol que permita la inclusión territorial y social y transformar el crecimiento en desarrollo asumiendo el objetivo de transitar hacia la sociedad de conocimiento. Las condiciones internacionales son propicias y la cuestión es asumirnos como un todo integrado y no como un segmento del mercado mundial. El auge de China e India y el boom del Brasil nos cubren el tradicionalmente débil sector externo. La cuestión está en hacernos cargo de los desafíos tales como que lo que comemos también lo exportamos y que la era de los alimentos baratos ha llegado a su fin.
Todo esto es gestión política del conocimiento y base de cualquier formulación programática. En el caso del radicalismo tenemos un buen sendero. El que circuló Raúl Alfonsín no obstante la crisis heredada y la de la económica mundial.
(1)El Consenso de Washington refiere al conjunto de recomendaciones de política económica para países emergentes desde los organimos internacionales con sede en la capital norteamericana (FMI, Banco Mundial, BID, etc). El énfasis de este estuvo básicamente en recomendaciones que responden a los principios de gestión privada de los medios de producción, libertad de mercados, disciplina fiscal e inserción de las economías emergentes en el comercio mundial
(2) nota-472-la-brutal-herencia-economica.html
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