Un ambiente terrible era el de la Oficina de Pasaportes de la Policía Federal Argentina en los primeros días de marzo de 1976. Decenas de jóvenes para ordenar su documentación y partir. Hacía rato que el peronismo gobernaba desde su costado facista. Rostros de miedo daban cuenta que eran de personas (la mayoría jóvenes) que se iban no por turismo ni por razones de trabajo. Este era mi caso. Viajaba a Alemania Oriental para dirigir el Stand Argentino en la Feria Internacional de Leipzing. Entonces era el Gerente de la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina, una entidad de pequeños y medianos empresarios, de la CGE y que organizaba el evento. Esto es, en vísperas del golpe partía a una ciudad que era un centro neurálgico del mundo comunista y símbolo de la disputa de la Guerra Fría. Y a su evento de negocios más importante. Realmente una locura solo atribuible a que nos habíamos acostumbrado a la inestabilidad política y eso ya era un problema en si mismo.
Me acompañaba el Diputado Mario Amaya. Por razones de seguridad, gran paradoja, y para acelerar trámites. Con mucho disimulo se acercó Marta Ghioldi. Una compañera de la Franja Morada de Rosario a la que no veía hacía algunos años y que partiría con su hija en brazos a México y en donde se quedaría para siempre. Este País fue uno de los más solidarios con el exilio argentino igual que Venezuela entre los latinoamericanos. Entonces Amaya tuvo la generosidad de incorporarla al "tramite preferencial" por su condición de Diputado. Ocurrió que él ya estaba marcado y esa preferencia se convirtió en una incómoda demora de 8 hs para un trámite que por la vía normal era de no más de 2 para cualquier otro legislador. Tenía la sensación que la fila en la que estaba era no precisamente una de preferencia.
jueves, 24 de marzo de 2011
Relato 550: HACE 35 AÑOS EN LAS VISPERAS DE MIS 30 AÑOS
En el Aeropuerto de Berlin Oriental me robaron pasaporte y dinero. En el Consulado de Berlin Occidental un diplomático amigo me repuso un documento provisorio y en trámite irregular lo que pudo haber sido el motivo por el que no tuve problemas en Ezeiza a mi regreso y tal como le ocurriera a otros con documentos tramitados en condiciones similares a la mía.
Conmigo y al evento viajó el Almte. Guillermo Brown, un anciano Director del Banco de la Ciudad de Buenos Aires, amigo personalísimo y de muchos años del General Perón al que conocía en todos sus aspectos lo que me permitió ilustrarme de su vida. Con él "festejé" mis 30 años, días después, en Berlin Occidental (cruzamos por el retén norteamericano) y cuyas luces nos acercaba a Occidente y a un diario en alemán donde deciframos que había ocurrido el Golpe, que la Junta había asumido y entre los dirigentes buscados estaban muchos conocidos y de distintos ambientes de la vida nacional. Solo nombres ante lo infranqueable del idioma. Nombres de eventuales condenados a muerte. Partí a París pensando que allí estaba más cerca de los míos en la particular sicología del mundo pregobalizado. Me movía con los pocos fondos provenientes de "una vaquita" de expositores argentinos para cubrir las carencias después del robo.
En la Capital francesa, y por Le Monde, me enteré que en un festival en repudio a lo que ocurría en Argentina iba a estar el Changui Cáceres y a encontrarme con él partí no sin el equivoco de un incidente ocurrido en búsqueda del Partido Radical. Yo desconocía que había uno de izquierda y otro de derecha. Llegué al último en donde festejaban lo que ocurría en la Argentina y los mandé al carajo no sin antes unos manotazos de por medio. Unos facistas. En el otro me dí con mi amigo y dirigente santafecino al que ya desde La Plata, Luis Menuchi (otros de los nuestros) le había informado de mi presencia. Había sido encargado por Raúl Alfonsin de seguir a todos los que estábamos en el exterior. Un encuentro emocionante, él venía de Suecia de un congreso juvenil de Partidos y por el que representaba a la UCR. Allí repetimos el festejo de mi cumpleaños del modo que narra "Los herederos de Alfonsín". Todavia discutimos quién le contó a Leuco o Diaz, sus autores, que el modo fue ir a ver "Garganta Profunda" en un cine de Pigalle y tomarnos una cerveza.
Como no se me pasaba por la cabeza exiliarme ni esperar más tiempo, regresé vía Madrid (me encontraba en las sensaciones más cerca aún de Buenos Aires) y desde las tierras de sus padres le escribí a mi madre con una sensación de despedida alegre. Desde la fachada de un profesional exitoso en gira internacional y no en la realidad de alguien que desesperado quería regresar para seguir la suerte de su familia y nada más. Tenía dos hijos y la tercera estaba en camino. Además, debo decirlo, imaginaba una situación similar a la de Onganía y era de los con más experiencia en la lucha con estructuras como la que comandaba. Me equivoqué ante la dimensión del horror.
Desde Madrid partí a Monrovia, Capital de Liberia, y para en un avión de KLM (línea holandesa)
regresar a Buenos Aires en donde me encontraría con un dispositivo militar impresionante. Afortunadamente no tuve más problemas que el gran miedo al pasar por manoseos y retenes. Dos ex Franja de La Plata y coordinadores, me cuidaron con su mirada. Luego con otro vehículo hasta llegar a mi casa y gozar a los míos. La Argentina que encontré era totalmente propicia al golpe. La política parecía una maldición y no solo habíamos sido derrotados por los militares sino también por los impulsores de la lucha armada a la que sus precursores la llevaron a esta situación en donde creían sentirse como pez en el agua. La derrota consistía en que habían disuadido a la gente de su protagonismo político, que ocurrió 7 años después no sin muchos muertos (inclusive en una guerra) y en los años más feroces de la historia nacional. Que culminó con lo que queríamos, con el frente político unido por la democracia y las multitudes en la calle. Paredes pintamos con la consigna SOMOS LA VIDA sobre las de VIVA LA LUCHA ARMADA. Entonces vino Alfonsín, el Juicio a las Juntas y otra historia. En el medio, muchos de mis amigos asesinados, torturado o desaparecidos. Hoy pienso en ellos. Pero que en la Argentina hubo justicia y un nunca más desde la existencia de un gobierno que integré y encabezó Raúl Alfonsín.
El tema de los derechos humanos está saldado definitivamente en el País. El gobierno Kirchnerista completó el pequeño segmento que le quedaba al círculo por los derechos humanos y luego de reparar el indulto menemista. En ningún país del mundo se hizo lo que en el nuestro. Pero convoquemos a la sinceridad de todos. Esto fue así por que hubo un gobierno radical. La plataforma peronista tenía la amnistía. Su candidato Italo Luder era un precursor. Y Néstor y Cristina Kirchner admitieron que cuando ganamos, ellos lloraron desde su peronismo. El que con Carlos Menem conquistaba la gobernación de La Rioja. El del indulto. El que ahora volverá a ser Senador con el apoyo de la Señora Presidenta.
En la disputa del relato, los radicales debemos gritar que Somos la Vida. Somos el Juicio a las Juntas. Sin nosotros el mundo no nos respetaría como ejemplo de los derechos humanos.
Publicado por Ricardo Campero
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